Personas J/L

Cuento un poco de que va, Lily se marchó con Jessica, su mejor amiga, de Inglaterra, cuando tenían diecisiete años, ahora vuelven a su país natal, con dos niños, Harry y Anais, es un mal resumen pero porfis echadle un vistazo.




CAPITULO 1




Al llegar ante la verja negra que daba al gran jardín, lleno de malas hierbas, ninguna de las dos chicas estaba muy decidida a entrar pero no podían quejarse.
La primera chica era Lily Evans, pelirroja de ojos verde esmeralda, de veintisiete años, iba de la mano de un niño de nueve años, Harry Evans, con sus mismos ojos, enmarcados por unas gafas y tenía un pelo azabache muy rebelde, su madre había desistido de domarlo hacía tiempo.
La segunda chica era morena con ondas en el pelo, sus ojos eran azul grisáceo, iba cogida de la mano de una niña que miraba la casa con un poco de temor y determinación, se llamaba Anaís Senders, morena de ojos grises, al igual que el otro también tenía nueve años.

Un hombre de aspecto cansado, con una túnica negra, sacó una llave de un manojo de llaves de uno de sus bolsillos y la puso en la cerradura de la verja, que aunque estaba muy oxidadas y desgastada abrió a la primera, les cedió el paso con un brazo y le entregó las llaves a Jessica, los miró con aire despectivo a los cuatro.

-Rowena y Casius no estarían contentos de su vuelta.-Le dijo en tono frío y severo.-Y menos con una cualquiera y dos bastardos.-Antes de que ninguna de las dos dijese nada el hombre se desapareció, dejándolas perplejas.
-¿Bastardos?-Preguntó Harry.
-Nada mi vida, tú no hagas caso.-Dijo Lily.
-¿Entramos? queda mucho por hacer.-Dijo Jessica cambiando de tema viendo que Harry iba a volver a repetir la pregunta.
-Es que da miedo.-Dijo su hija.
-Antes esta casa era la más hermosa de todas las que hay en este barrio, nos toca a nosotros lograr que vuelva a ser así.
-Lily tiene razón, vamos, un poco de prisa, las plantas no muerden ... bueno ... algunas si, tened cuidado niños.-Dijo mientras pasaba después de Lily que había soltado la mano de Harry que estaba más adelante junto con Anaís.

Al llegar a la casa y abrir la puerta con dificultad motas gigantescas de polvo cayeron sobre ellos.

Tosieron fuertemente y cerraron los ojos, al abrirlos, los niños y Lily quedaron fascinados por la decoración que a pesar del polvo todavía se veía bien.
El hall estaba decorado con lo que debía ser una moqueta de color rojo, cuadros de Casius y Rowena, los antiguos propietarios de la casa y alguna que otra foto de Jessica desde su infancia hasta los diecisiete, edad en la que se fue de casa y se enteró de que estaba embarazada.
En la sala también había un mueble grandísimo de madera de roble, aunque parecía que no, era un baúl que seguramente tendría cosas que les serían inservibles. Luego estaban las escaleras, que llevaban al segundo piso y luego al tercero y al desván, con la misma moqueta sucia que el hall.
Siguieron andando, unos metros más allá, había una puerta enorme, estaba cerrada, al abrirla con un poco de fuerza, porque llevaba al menos cuatro años sin abrirse, vieron un gran salón, con sofás rojos, una chimenea, al lado de ella una butaca de cuero negro, encima de la chimenea más fotos y al lado un minibar, que todavía tendría bebidas alcohólicas que Lily tiraría al darse cuenta de que estaban allí, la moqueta en esta parte desaparecía y se convertía en parque, que tenía tres alfombras, una para los sofás, otra debajo de la butaca de la chimenea y la última debajo de una mesa para quince personas de madera marrón claro, con sus respectivas sillas del mismo color que la mesa, las ventanas del estaban tan sucias como las del hall y seguramente lo mismo pasaría con los pisos superiores, la casa pintada con colores claros ahora solo tenía una especie de gris mezclado con amarillo, tenían que pintarla de nuevo, cuando acabasen de limpiar y de rejuvenecer el jardín, les llevaría poco tiempo, con magia todo es mucho más fácil.
El salón también tenía otra puerta que daba a un pasillo con cinco ventanas a cada lado, era una especie de puente, si mirabas por una ventana, podías ver un gran agujero en el suelo que antaño había sido una piscina.
Pasado el pasillo estaban dos puertas, una llevaba a un baño gigantesco, con jacuzzi, ducha y bañera, todos los baños de la casa eran iguales. La otra daba a otro pasillo que te conducía a dos puertas más, un despacho, con mesa de madera negra, silla de cuero marrón, un gran ventanal a la espalda, un sofá negro en un lado, una estantería llena de libros que tenían mucho polvo y dos sillas delante del escritorio que no tenía nada sobre él.
La otra puerta llevaba a una gigantesca biblioteca, las estanterías estaban separadas por un metro de distancia, llegaban hasta veinte centímetros antes de tocar el techo, en una parte central había cuatro mesas con cuatro sillas cada una, la biblioteca también tenía parque y muchos ventanales que daban al jardín que estaba repleto de malas hierbas muy altas.

Salieron de la biblioteca y volvieron hacía el hall, les enseñaron las habitaciones del segundo piso, eran ocho, cada una tenía baño propio, con camas gigantes que a pesar de los años no habían dejado de ser mullidas con puertas de cristal que daban a los balcones, un escritorio y armarios enormes.
En cada habitación por la que pasaban iban abriendo las ventanas para que el olor a humedad desapareciese. El tercer piso era una especie de sala de fiestas, con una parte más informal y otra más elegante, desde mesas de villar hasta un bar incorporado, mesas circulares con manteles de un tono azul suave que casi habían perdido, pista de baile, gigantesca, dos balcones más grandes que los anteriores del segundo piso juntos y como no, los enormes ventanales que caracterizaban a esa casa.
Cuando salieron de la sala de fiestas subieron al desván era el que peor olía y más polvo tenía, en él habían reliquias familiares que si las vendían seguramente serían ricas para el resto de sus vidas, era la habitación más pequeña de la mansión aunque en esa mansión hasta la cosa más pequeña era enorme.
Abrieron las tres ventanas que habían y Lily y Jessica sacaron sus varitas, fueron murmurando hechizos como fregoteo por todos los sitios de la casa donde hubiese una mota de polvo.

Era por la tarde, acababan de murmurar el último hechizo y la piscina, ya limpia se estaba llenando de agua por si sola, las malas hierbas del jardín habían desaparecido, las sábanas se estaban secando, las camas ya estaban limpias, los cristales dejaban traspasar la luz, las paredes parecían recién pintadas en tonos amarillos y suaves, no quedaba ni una mota de polvo y la cocina, el único lugar al que no habían ido antes de ponerse a limpiar, tenía las baldosas como nuevas y las cortinas no eran grises, sino blancas.
Lily, Jessica, Harry y Anaís, estaban sentados en uno de los sofás del salón.

-¿Sabéis lo que le falta a esta casa?-Preguntó Lily.
-Una tele.-Contestó Anaís, Lily asintió.
-Compraremos una.-Dijo Jessica
-También falta un teléfono.-Dijo Harry.
-Pues también compraremos un teléfono.-Contestó su madre.
Se quedaron en silencio unos minutos.
-¿Cuándo vamos a por ellos?-Preguntó Harry rompiendo el silencio.
-Cuando tu madre diga.-Le dijo Jessica.
-¿Tía, podemos ir ahora?-Preguntó Anaís.
-Y de paso conocemos el pueblo, tú querías conocer el pueblo.-Siguió Harry.
-Solo porque me apetece ir y porque no me quiero perder mañana mi novela de las cinco.-Jessica empezó a reírse y fue seguida por los dos niños, aunque a Lily le apetecía reír no lo hizo y se mordió el labio inferior para poder evitarlo.

Diez minutos después estaban listos y saliendo de la casa, ahora las puertas recién engrasadas se abrían perfectamente.
Nada más salir bajaron por unos escalones de piedra que conducían a un caminito también de piedra que tenía a cada lado un césped recién cortado, con algunos rosales y lirios, seguramente Lily se encargaría de tener muchas más especies en los próximos tiempos.
El caminito conducía a la verja negra que ya no estaba oxidada pero necesitaba una mano de pintura.

-Tenemos que hacer la compra.-Dijo Lily.
-¿Seguras de que aquí hay tiendas muggles?-Preguntó Harry.
-Lily y yo nos aparecimos hace unos días y las había.-Mintió Jessica, solo Lily supo que mentía porque los niños se lo tragaron redondo.

Al salir por la verja, se dieron cuenta por primera vez que delante de su casa había otra mansión mucho más grande que la suya.
Pintada exteriormente de blanco, se divisaban dos piscinas y un campo de golf y los primeros veinte metros de finca estaban rodeados de flores de todas las especies y colores posibles. La casa debía de tener al menos cinco pisos. Las ventanas eran mucho más grandes y el tejado era señorial.

-¡GUAU!-Dejaron escapar los dos niños.
-La nuestra es más hogareña.-Dijo Jessica.
-Totalmente de acuerdo.-Corroboró Lily antes de echar a andar por el lado izquierdo, de camino al pueblo, donde habitaban los muggles, ya que en esa zona no podían entrar porque había un hechizo que siempre que estuviesen a diez metros de distancia del barrio mago les recordase algo que hubiesen olvidado, daba igual si era mentira o verdad, ningún muggle había podido entrar en la parte mágica del Valle de Godric.

Al salir del barrio mago, caminaron unos metros antes de encontrarse con un tablón de anuncios metálico, en el habían colgados decenas de papeles, la mayoría de fechas anteriores que ya se podían molestar en quitar.

Lily los empezó a leer con curiosidad mientras los otros se quejaban de ello.
-¡Hay una feria!-Dijo con alegría, entonces los otros dejaron de quejarse y miraron el papel que leía la pelirroja.
-Empieza dentro de tres días.-Leyó Jessica.-Habrá concursos, atracciones, barbacoa, a partir de las diez de la noche comenzara un baile informal al que pueden asistir personas de todas las edades.
-Y lo más importante es que ...
-¡Hay atracciones!-Contestó Anaís. Su tía alzó una ceja y negó.
-¿El baile?-Preguntó Jessica.-Te recuerdo que no tenemos pareja.-Lily volvió a negar y Harry volvió a leer el papel.
-Que es gratis.-Dijo después. Su madre chocó las cinco con él.
-Ese es mi niño, parece mentira que no me conozcáis.-Dijo Lily con tono eufórico.
-¿Entonces vamos?-Preguntó Anaís.
-Claro que si, Annie.-Contestó Jessica.

Los niños fueron hablando de que querían que el día de la feria llegase ya y Lily y Jessica de que mañana mismo se pondrían a buscar trabajo, las dos estaban en paro (la crisis llega hasta los fics).

En el pueblo si había tiendas, no eran centros comerciales pero al menos podían comprar comida, hasta había una tienda de ropa pero no había ninguna en donde se vendiesen televisiones o teléfonos y volvieron a casa con las manos cargadas de bolsas, la mayoría verduras, y alguna que otra planta para el jardín.

Habían conocido a mucha gente del pueblo y Harry y Annie habían hecho un par de amigos, era mejor así, empezarían el colegio dentro de dos meses, así ya conocían a sus compañeros de clase.

Cuando entraron en la cocina que estaba en un pasillito que salía del hall, posaron las bolsas en la encimera y se sentaron en las sillas cansados.

Lily se apresuró a hacer la cena mientras los otros guardaban la comida en los armarios y en la nevera, el único electrodoméstico aparte de la lavadora que había en esa casa.

Cuando acabaron de comer, recogieron los platos, cada uno el suyo y se fueron subiendo las escaleras hacía el segundo piso, cada uno a la habitación que más le gustase, como habían dicho Jessica y Lily, antes de que Harry cerrase la puerta de su cuarto dijo:

-Y al final sigo sin tele.-Luego cerró la puerta sintiéndose sin razón el niño más desdichado del mundo.




Que decis? ¿Flores o tomates?
BSSS WAPOS

CAPITULO 2


James Potter, un hombre de ojos avellanas enmarcados en unas gafas, piel morena y pelo azabache que aunque se peinase seguiría igual que de recién levantado, se levantó con un dolor de cabeza monumental, más bien resaca.
Ayer había sido creía que el noveno festejo por la derrota a Voldemort y él claro, no podía perderse ninguna de esas fiestas que estaban dedicadas a él y a la Orden.

Salió de su cuarto y fue directo al baño, por el suelo encontró un sujetador rojo de encaje, señal de que la noche pasada había dado buenos frutos, aunque no se acordase de nada de lo que había pasado ni de con quien se había acostado, ya le preguntaría a Remus, a Sirius o a Vanesa, su amiga y asistenta veinticuatro horas, vivía en su casa y podía pedirle lo que fuera y a cualquier hora, también era su amiga, sino no la hubiese contratado porque la chica necesitaba el trabajo y no sabía ni calentar una salchicha en el microondas pero en su defensa he de decir que había aprendido en los cinco meses que llevaba en la casa de James Potter, gracias a Laura, la novia de Remus y antigua compañera del colegio.

Cuando se duchó y se vistió fue a la cocina, desde la que no salía ninguna clase de olor a comida, cosa que le extrañó mucho, al llegar a ella, vio a Vanesa, que era castaña con ondas y ojos verde oscuro, acabar de preparar una maleta.

-¿Qué haces?-Le preguntó después de unos segundos y sobresaltando a la chica que se llevó una mano al pecho.
-Las maletas.
-¿Te vas?-Le preguntó asustado, se había acostumbrado tanto a tenerla en casa que si se iba se sentiría muy solo.
-Nos vamos.-Corrigió ella, cerró la maleta y James se fijó en que era la suya.-La semana pasada le prometimos a Dorea, que por si se te había olvidado es tú madre.-Le dijo en tono de reproche.-Que hoy iríamos todos a quedarnos en su casa.-El chico seguía con cara de confundido y ella suspiró.-Acuérdate, fue cuando Bellatrix y Walburga salieron de San Mungo y tú prometiste que nosotros íbamos a ayudarla en la recuperación de ellas.
-Ya me acuerdo.-Dijo con desgana, maldiciéndose por dentro por no saber cerrar la bocaza.-¿De verdad tengo que ir? a lo mejor Bella y Walburga se vuelven otra vez locas e intentan matarnos.
-Eso no pasara y si pasase, allí estarías tú y Regulus, Remus y Black, Laura y yo para defenderla de ellas.
-¿Qué encima va Regulus?
-James, eres un desagradecido, te ayudó a derrotar a Voldemort desde dentro, deberías darle las gracias.
-Y también Snape y no me ves tomando el té con él.-Rebatió James.
-¡James Charlus Potter!-Se enfadó la chica.
-¡Huy, el nombre completo, ponte a temblar!-Dijo una voz sin pizca de sarcasmo a su espalda que los dos reconocieron al instante, era Sirius Black, de pelo negro azulado con los ojos grises y la piel tostada.-¿Qué has hecho Cornamenta?
-¡Black!
-Hola preciosa.-La chica frunció el ceño.-Quiero decir, Kane.-Se corrigió el chico.
-¿Tienes hechas las maletas?-Dijo mientras bajaba la de James al suelo.
-Hace una hora, que mala cara James ¿qué te ha pasado? ¡Kane te ha puesto la mano encima! ¡lo sabía, maltratadora, querías matarlo!-Chilló señalándola con el dedo y haciendo que su amigo riera y que ella lo mirase fríamente.
-Si quisiese matar a James ya lo hubiese hecho Black pero afortunadamente tú y yo vamos a pasar mucho tiempo juntos y podré matarte a ti, luego te triturare y desapareceré tu cuerpo, sin dejar huella y pocos serán los que se pregunten donde estás o que te ha pasado.-Lo dijo tan serio que Sirius tragó saliva.-¿Nos vamos James?-Este asintió riéndose ahora de su amigo.

Se fueron por red flu, porque en la mansión Potter no podían aparecerse.
Al salir de la chimenea se encontraron con el gran salón de los Potter.
Dorea los estaba esperando sentada en un sofá, a su lado Bellatrix, con el pelo negro cayéndole liso y perfectamente peinado sobre los hombros, sus ojos grises brillaban con una luz que nadie le había visto hasta que salió del piso psicológico de San Mungo y vestía de manera muggle, con unos vaqueros azul oscuro de pitillo y una camiseta de tirantes blanca.
Sentada en una butaca había estado Walburga con una túnica de verano de color negra, porque estaba de luto, tras la muerte de su difunto esposo a manos de Voldemort, no llevaba ni una sola joya y nada más ver a Sirius se lanzó a abrazarle, como había hecho desde que volvió de San Mungo, su hijo le devolvió el abrazo y luego fue a saludar a su prima y a Regulus, que estaba detrás del sofá.

Regulus tenía los mismos ojos que Sirius, el pelo completamente negro y la piel muy blanca, vestía de negro, camisa y vaqueros de ese color, vestía como un muggle.
James y Vanesa fueron a abrazar a Dorea que los regañó por no haber ido a verlos antes.
Era una mujer alta con el pelo castaño recogido en un moño y ojos grises.
Para sorpresa de los dos chicos Bella y Walburga también los abrazaron. Vanesa le dio un beso en la mejilla a Regulus y James pesé a que no le caía demasiado bien el chico, no era Snape y le estrechó la mano, hasta esbozó una sonrisa falsa muy convincente.

Esperaron en el salón de los Potter, poniéndose al día de sus vidas, ya que hacía meses que no se veían, mientras esperaban a que Remus y Laura llegaran.

Con media hora de retraso, aparecieron por la chimenea un chico de pelo castaño claro, ojos dorados y aspecto cansado que iba cogido de una rubia de ojos verde aceituna y piel rosada.

Todos los recibieron con la misma calurosa bienvenida que a James, Sirius y Vanesa y luego Dorea llamó a Winni, la elfa doméstica, para que les enseñase los cuartos a los nuevos inquilinos de la mansión.

Todos se instalaron en el segundo piso, junto con las demás habitaciones que ocupaban el resto de habitantes de la mansión, aunque había más en el tercer piso.

James se quedó con su viejo cuarto, que era gigantesco, con cama de tres plazas y cortinas rojas, un balcón grandísimo, por el que se asomó y observó el paisaje pero lo único que le llamó la atención era que la vieja mansión de los Senders estuviese habitada, hasta él llegaban los gritos de unos niños en el jardín de la casa, que ahora estaba cuidado, la fachada de la casa limpia y la verja pintada de blanco, aunque él recordaba que era negra.
Regina y Casius Senders habían muerto hacía cuatro años, no podía ser que Jessica hubiese vendido la casa de sus padres, la conocía desde que no tenía memoria y no creía que la chica hubiese cambiado lo suficiente como para perder lo poco que le recordaba a sus padres, claro que hacía diez años que no la veía.
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Laura estaba metiendo su ropa en el armario, a la forma muggle todo quedaba más ordenado, Remus ya había acabado de instalarse y había ido a buscar a Sirius.

¡TOC TOC!-Tocaron a la puerta (mil perdones, no se me ocurría otra cosa) Laura fue a abrir y se encontró cara a cara con Bellatrix, recordaba perfectamente que el ahora difunto marido de esta había acabado con toda su familia. Se apartó de la puerta para dejarla pasar y cuando hubo entrado la cerró.

-Vengo a darte esto.-Dijo sacando de sus vaqueros una foto, Laura la miró un momento y observó a su familia y a ella en uno de los cumpleaños de su hermano menor, estaba medio chamuscada.-Cuando salí de San Mungo me acordé de todo.-Laura la miró sin comprender.-Se que todos piensan que estoy loca, más de lo que estaba.-Dijo intentando hacer un chiste que a Laura la hizo poner una débil sonrisa.-Que no me acuerdo de nada, de todo lo que hice pero cada vez que cierro los ojos veo a la gente que he torturado y he matado o he visto morir sin hacer nada para evitarlo.-Suspiró.-Me acordé de que Rodolphus quemó tu casa con toda tu familia dentro, una noche fui a ver el incendio para ver si se había salvado algo que pudiese darte, encontré la foto, se que no vale de nada pero no puedo volver al pasado e impedirlo, lo siento.-Bella se dirigió hacía la puerta y la abrió.
-Bella, gracias.-Le dijo Laura que intentaba reprimir las lágrimas, la morena asintió y salió de la habitación cerrando la puerta.

Laura se sentó en la cama sin saber que pensar, ¿y si Bellatrix estuviese curada de verdad? ¿debía perdonarla por el daño que causó a los hijos de muggles? ella era hija de muggles e incluso la había abrazado al llegar a la mansión, además le había dado la foto, se había preocupado por ella, aunque más bien por su conciencia.
Esos pensamientos se agolpaban en su cabeza.
Suspiró y se tumbó en la cama, sin ganas de hacer nada.
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Vanesa salió de la habitación, chocando de golpe con Sirius que la tiró al suelo y ella dio un pequeño gritito.

-Lo siento, Kane, por favor no me mates.-Suplicó el chico ayudándola a levantarse.
-Eres un inútil Black.-Dijo ella, sacudiéndose la minifalda blanca que llevaba.
-¿Tanto te cuesta intentar llevarte bien conmigo?
-¿Y a ti dejar de tirarme al suelo?-Dijo recordando cuando había ido a ver a James, después de años sin verse. Sirius, sin querer la había tirado escaleras abajo, por lo que la tuvieron que llevar a San Mungo.
-Fue un accidente.
-Ya se que fue un accidente Black, sino te llamaría matón o asesino pero no inútil.-Antes de que el chico pudiese contestar, un James con mucha prisa, salió disparado de su habitación, empujándolos a ambos contra la puerta, quedando muy juntos y haciendo que estos le gritasen por empujarlos.

Vanesa se puso como un tomate al ver la postura en la que se encontraban y Sirius se dio cuenta de ello y puso su mejor sonrisa, la que conquistaba a todas pero que con ella no hacían efecto, la castaña lo empujó hacía atrás y salió disparada hacía el salón de la mansión, pronto fue seguida por Sirius pero con paso más calmado y triunfante porque la había puesto nerviosa.
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-¡Mama!-Exclamó James, entrando en la cocina, donde su madre estaba siendo ayudada por Winny a preparar la comida.
-Dime.-Le dijo Dorea con un tono muy tranquilo.
-¿Quién esta viviendo en la mansión Senders?-Preguntó enfadado.
-No lo sabemos querido.-Le contestó Walburga que acababa de llegar a la cocina y evitando que Winny se cayese por llevar muchos platos encima, la elfina le agradeció con una reverencia que por poco hace que se le caigan la mitad de los platos que llevaba antes, ya que la otra mitad ahora la tenía Walburga.-Creo que tienen niños.-Dijo antes de salir al lado de Winny, directas hacía el comedor.
-Los médicos de San Mungo hacen milagros.-Dijo James observando como Walburga se iba conversando alegremente con Winny.-Da igual, ¿no has hecho nada para que se vayan?
-James, no es mi casa.
-Regina y Casius eran grandes amigos de la familia y Jessica también era mi mejor amiga en el colegio.
-¿No has pensado que pudo haberla vendido?
-Jessica no es así.
-Pues ve y averigua quien son pero educadamente, no quiero líos ni malentendidos absurdos, ahora la mansión Senders es su casa.-James iba a salir por la puerta de la cocina.-Comemos a las tres en punto, ni un minuto más tarde jovencito.-James resopló, su madre todavía pensaba que él era un niño pequeño.

Salió por la puerta de la cocina y ando hacia la verja que parecía a años luz de donde él se encontraba.

James Potter, un hombre de ojos avellanas enmarcados en unas gafas, piel morena y pelo azabache que aunque se peinase seguiría igual que de recién levantado xDDD

Me gustó muchísimo *-*

Síguelo prontito